Hacer un duelo es decir “SÍ”

Tener una enfermedad crónica y degenerativa obliga a vivir un duelo. Perder a un ser querido, lo mismo.
Duelo es decir “SÍ” a una nueva realidad. Es aceptar que la vida no ha sido creada por los seres humanos y que “nuestra” vida personal no es controlada por nosotros. A menudo lo hemos comprobado, cada uno de nosotros: la felicidad es el resultado de un esfuerzo cotidiano de aceptación y agradecimiento. Es un esfuerzo que cuesta en un primer momento y que luego se convierte en una constante y sanadora actitud presente. Uno se esfuerza al principio para luego no esforzarse. Es un entrenamiento. Un entrenamiento que libera de un peso, de una responsabilidad ilusoria y nos hace libres.
Tener miedo a la muerte. Tener miedo a la enfermedad. Tener miedo.
Es humano. No queremos que se rompa aquel equilibrio que desde hace poco estamos saboreando o comprendiendo. Pero si decimos “NO” sufrimos. Parece imposible que podamos tener la fuerza de decir “SÍ” a algo tan horroroso. Algo que no queríamos. Que nos hemos esforzado tanto para que no pasara. Y pasa. Y duele. Y gritamos “NO”. Y sufrimos.
Es finito el espacio en el cual pasamos del sufrimiento al dolor, del dolor al amor, del “NO” al “SÍ”.
Es finito, delicado, impalpable, instable, invisible.
Pero existe. Allí está.
Y cuando lo pisas todo cambia adentro. Y todo cambia afuera.
Es entonces cuando nuestro corazón se hace grande como un hangar. Grande al punto de poder contener una explosión, guardar los escombros, tener el espacio para reconstruir algo con lo que queda.
Con un nuevo sentir.

Te abrazo.