Terapia para el duelo
Embarcarse en un proceso terapéutico a menudo se percibe como la búsqueda de un alivio inmediato. Sin embargo, el dolor que se experimenta en terapia es, a la vez, el mismo y diferente al que llevó a la consulta.
El dolor que permanece
Es el mismo dolor porque las pérdidas, las heridas y los traumas que causan sufrimiento siguen allí. La terapia no es una anestesia; es una lente de aumento que permite observar de cerca el cráter provocado por la bomba. Revivir recuerdos difíciles, reconocer emociones reprimidas o analizar creencias arraigadas puede ser profundamente incómodo.
Un dolor transformado
No obstante, este dolor es fundamentalmente diferente. La distinción radica en el contexto y el propósito. Fuera de terapia, el sufrimiento suele ser caótico, abrumador y sin dirección, a menudo dejando a la persona sintiéndose atrapada. En el entorno terapéutico, sin embargo, el dolor es contenido, guiado y resignificado. Y bienvenido.
El dolor con propósito
Esta vez, el dolor no es en vano; es una señal, una herramienta para la introspección y el crecimiento. Es funcional al proceso de duelo. En terapia se aprende a estar en conversación con el dolor, a escucharlo, a entenderlo. Se aprende a tolerar la incomodidad.
Aprender a amar de nuevo
Y paso a paso se aprende a amar la vida aún cuando duele. A amar la vida por lo que es, cuando no es lo que soñábamos.