Esquivando el compromiso
Últimamente, observo con una mezcla de curiosidad y cierta inquietud una tendencia que parece extenderse en nuestras interacciones cotidianas. Noto cómo, con creciente frecuencia, las personas parecen rehuir el compromiso, incluso en los gestos más sencillos.
La cultura de lo inmediato
Despedidas que no llegan, proyectos que se abandonan sin una palabra de explicación, silencios que reemplazan a la participación activa. Y luego, en el mejor de los casos, un mensaje escueto por WhatsApp, que llega con el mismo efecto de una gota de agua en el desierto.
El significado profundo
Me pregunto qué nos dice esto sobre el momento que vivimos. ¿Qué significado profundo se esconde detrás de esta aparente incapacidad para sostener la palabra, para cerrar ciclos con amabilidad, para estar presentes en nuestras responsabilidades y relaciones?
La pérdida de la profundidad
Siento que podría ser un reflejo de una cultura que ensalza lo inmediato, lo superficial, y que quizás nos ha llevado a temer la profundidad, la vulnerabilidad que implica el verdadero encuentro y la constancia. En esta prisa por estar en el mundo digital, tal vez estamos olvidando cómo se está en el mundo real.
Consecuencias sociales
¿Hacia dónde nos lleva este naufragio de la palabra dada, del cuidado por el otro? Me inquieta la posibilidad de estar construyendo un mundo de vínculos cada vez más débiles, donde la confianza se vuelve un bien escaso y la conexión genuina dura, a lo mejor, sólo unos instantes.
La paradoja de la soledad
Esto permite entender, entonces, el profundo sentimiento de soledad que muchas personas están sufriendo, en un día a día en el cual hay muchas interacciones y corazones en las redes sociales y ningún abrazo en la vida real. Tremendo.
Hacia un cambio necesario
Deberíamos preguntarnos qué valor le damos a nuestros compromisos, grandes o pequeños, y cómo nuestras acciones u omisiones impactan en quienes nos rodean. Volver a la esencia de la palabra, al respeto por el tiempo y la energía del otro, y a la valentía de comunicar con transparencia, podría ser el inicio de un cambio.
Porque en el fondo, el compromiso no es una atadura, sino un acto de amor y de respeto hacia nosotros mismos y hacia la vida que compartimos. Es un elegir estar, de verdad. Y ser. Porque no podemos ser si no estamos.