El precio invisible de vivir pegados al móvil
La desconexión interior en tiempos de hiperconectividad
Cada día escucho a personas que llegan a consulta sintiéndose vacías, dispersas, incapaces de conectar consigo mismas. Y, con frecuencia, hay un denominador común: demasiadas horas perdidas en el móvil.
Cuando el móvil se convierte en refugio emocional
No se trata solo de contestar mensajes o mirar noticias. Hablamos de un consumo compulsivo de memes, videos y contenidos superficiales que prometen hacernos reír un instante, pero que, a la larga, nos roban algo esencial: la presencia.
El problema no es el humor ni la distracción ocasional. El verdadero peligro aparece cuando este hábito se convierte en un refugio que anestesia el dolor, la tristeza o el simple aburrimiento. Cuando cada momento de silencio es inmediatamente llenado con ruido digital, dejamos de escucharnos. Perdemos la capacidad de percibir lo que realmente necesitamos.
En los procesos de duelo y de cambio profundo, esta desconexión interna puede ser especialmente dañina. Porque para transitar una pérdida necesitamos estar disponibles emocionalmente. Necesitamos tiempo y espacio para sentir, recordar y elaborar. Pero si nos refugiamos en la pantalla cada vez que algo incomoda, aplazamos indefinidamente ese trabajo interior.
No se trata de demonizar la tecnología. El móvil puede ser una herramienta útil e incluso necesaria. Pero si percibes que ya no puedes estar cinco minutos sin mirar qué hay de nuevo, quizás sea hora de preguntarte qué estás evitando sentir.
Te invito a regalarte pequeños espacios de silencio, a sostener tu propia compañía sin distracciones. Allí, en esa quietud incómoda, se encuentran las semillas de la verdadera transformación.
Una práctica sencilla para volver a ti
- Elige conscientemente dedicarte una ventana temporal de 10 minutos, cada día.
- Apaga o silencia el móvil, sin tablet, sin televisión, sin libros ni música.
- Quédate contigo, respirando, sintiendo el cuerpo, los sonidos alrededor tuyo, focalizándote en el aire que entra y en el aire que sale.
- Y repite internamente: “Estoy aquí, estoy dedicando este espacio para mí, para respirar, para vivir este momento. Soy quien soy, estoy donde tengo que estar y haré lo que tengo que hacer, desde un espacio de paz, serenidad, tranquilidad, contemplación y acción. Gracias.”
Prueba esta simple práctica y luego coméntame qué tal te ha sentado.