Cambiar la percepción de uno mismo

Cada persona tiene una idea de sí misma que se va formando en el tiempo, desde que somos pequeños. En la edad adulta, esta imagen está normalmente consolidada y puede requerir un gran esfuerzo modificar aquella idea que está respaldada por años y años de pensamientos que la confirmaron (o así creemos) y que la han vuelto dura como una piedra.
Hace un tiempo, un hombre vino a la consulta. Era alto, guapo, ojos azules como el agua. Si me hubieran preguntado qué animal habría podido ser, habría dicho sin duda: ¡un león!. Pero su piel era literalmente gris. Su cabeza se caía adelante, como si el cuello hubiese sido incapaz de sostenerla. Su mirada apuntaba al suelo.
Me atreví y al empezar la entrevista -sin todavía saber porque acudía a la consulta- le dije
—¿Sabes que eres un león?
—No— me contestó. —Más bien soy una rata.
—Siento decepcionarte—le rebatí —Eres un león y te han hecho creer que eres una rata. Por eso sufres: eres otro tipo de animal y no te estás reconociendo.
Fue muy bonito el trabajo que hicimos juntos, porque llevó esta persona a entender el porque del sufrimiento y a rediseñar su vida en función de sus nuevas necesidades y aspiraciones.
¿Cómo cambia una persona la percepción de sí misma?
Empezando a reemplazar las etiquetas con las cuales se ha definido hasta ahora.
No importa que estas etiquetas sean antiguas, se pueden sacar.
Si has leído “El coraje de romperse” recordarás que el Ego es un poco aburrido y que siempre hace lo mismo, es repetitivo y mecánico. Pues allí es donde tenemos que hacer su juego: ser repetitivos, persistentes, un poco como la publicidad, que repite el mismo mensaje para que finalmente pueda captar nuestra atención.
Toda piedra, antes o tarde, se rompe, si persistimos en picar.