Bodyshaming, ¡basta ya de criticar a los demás!

Bodyshaming, ¡basta ya de criticar a los demás!

Una herida silenciosa en nuestra sociedad

Llevo muchos años en este camino de la consciencia, observando la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con el mundo. Y hay una herida sutil, pero profundamente dolorosa, que atraviesa nuestra sociedad y que a menudo pasa desapercibida bajo el disfraz de un simple comentario: el juicio sobre el cuerpo ajeno.

¿Qué es el bodyshaming?

El bodyshaming es el acto de avergonzar a otra persona por su apariencia, su peso o su forma. No es un tema menor; es una manifestación de una profunda desconexión, un reflejo de nuestra propia incomodidad proyectada. ¿Por qué hemos permitido que el cuerpo, este vehículo sagrado que nos permite experimentar la vida, se convierta en un campo de batalla para la crítica y la inseguridad?

El cuerpo, nuestro santuario más íntimo

Nuestro cuerpo es nuestro santuario más íntimo, la casa donde reside nuestro ser. Es el mapa de nuestra historia: las sonrisas, el cansancio, la alegría, las cicatrices que nos recuerdan que hemos vivido y que hemos sanado. Y, sin embargo, con demasiada facilidad, convertimos este espacio privado en una vitrina para el escrutinio público.

Cuando emitimos un juicio sobre el cuerpo de otro —“estás más gordo/a”, “deberías vestirte de otra manera”, “¿por qué no te tiñes el pelo blanco?”—, no estamos haciendo una observación neutral. Estamos lanzando una flecha directamente a su autoestima, a la percepción más vulnerable que esa persona tiene de sí misma. Lo hacemos, a veces, con una ligereza aterradora, sin darnos cuenta de que nuestras palabras no se desvanecen en el aire; se incrustan como clavos en el corazón.

El impacto del juicio corporal

He visto a personas maravillosas, llenas de luz y talentos, encogerse por completo ante una crítica casual sobre su aspecto. La crítica corporal tiene el poder de silenciar la voz interior y de levantar muros de inseguridad que tardan años en derribarse. Genera una sensación de no ser suficiente, y esa es, quizás, la mentira más devastadora que podemos creernos.

Y lo he vivido también en mi propia piel, cuando de joven era muy delgado —vomitaba durante todo el día por la enfermedad de Crohn— y aún más en los últimos años cuando he cobrado kilos en exceso y muchas veces he tenido que escuchar comentarios “amistosos” como: “el gordo”, “gordi”, “gordete”, “cerdito”, “hombre Michelin”… O cuando personas que no veía desde hace tiempo me preguntaban por qué había engordado o por qué no hacía nada para adelgazar, sin saber nada de mí, de mi vida, de mi estado emocional.

Una llamada a la consciencia

Necesitamos una profunda sensibilización. No es suficiente con ser “políticamente correcto” o evitar el comentario obvio. La verdadera transformación viene de un cambio interno: de cultivar una empatía que nos haga sentir, aunque sea por un instante, el peso que tiene nuestra palabra en la vida del otro.

La consciencia nos pide que hagamos una pausa. Antes de que el juicio salte de nuestra mente a nuestros labios, debemos preguntarnos:

  • ¿Cuál es la intención de este comentario? ¿Busca elevar o disminuir?
  • ¿Aporta algo bueno, algo verdadero, algo necesario?
  • ¿Es mi lugar siquiera emitir un veredicto sobre la apariencia de otra persona?

La respuesta, casi siempre, es no.

Rompiendo el mito del “cuerpo ideal”

Hemos sido condicionados por un torrente constante de imágenes perfectas e inalcanzables. Hemos creído la ilusión de que existe un “cuerpo ideal” y que todo lo que se desvía de esa norma merece ser corregido o criticado. Pero la autenticidad no tiene un solo molde. La belleza es la manifestación única de la vida en cada uno de nosotros.

Dejar de criticar es un acto de sanación colectiva

Dejar de criticar el cuerpo de los demás es un acto de sanación colectiva. Es reconocer la dignidad inherente a cada ser humano, independientemente de la talla, la forma o la edad. Es un profundo acto de respeto que empieza por honrar la diversidad de la vida misma.

La verdadera libertad reside en dejar ir: dejar ir la necesidad de controlar la imagen que proyectamos y, más importante aún, dejar ir la necesidad de controlar o juzgar la imagen que otros proyectan.

Cuando elegimos el silencio respetuoso en lugar de la crítica, abrimos un espacio para que el otro pueda ser libremente. Le estamos diciendo, sin palabras: “Te veo. Te acepto. Eres suficiente tal y como eres.”

Salud, empatía y respeto

No se trata de ignorar la salud o el bienestar, sino de entender que la salud es un viaje personal e íntimo, que no necesita ni merece la injerencia superficial de una opinión externa no solicitada.

El cambio empieza en la conversación que tenemos con nosotros mismos. Si soy cruel con mi propio reflejo, es muy probable que esa crueldad se desborde hacia el mundo. Pero si cultivo la compasión hacia mi propio cuerpo, con sus límites y fortalezas, esa compasión se convertirá en la única lente a través de la cual veré a los demás.

3 ejercicios para cultivar la consciencia

  • Observa tus pensamientos: Durante todo el día, sé consciente de cualquier pensamiento crítico que surja en tu mente sobre la apariencia de otra persona, ya sea en persona, en la televisión o en redes sociales.
  • Haz una pausa consciente: En lugar de dejar que ese juicio se convierta en palabra o expresión, respira y sustitúyelo por una bendición o un deseo silencioso de bienestar para esa persona.
  • Reconcíliate con tu cuerpo: Mírate al espejo y encuentra tres cosas que ames o aprecies de tu cuerpo, no por su estética, sino por lo que te permite hacer o por lo que representa. Siente el agradecimiento.

Conclusión

Solo a través de este trabajo interior, donde dejamos de buscar fallos y empezamos a buscar la luz, podremos construir un mundo donde la autenticidad sea la única medida de valor, y donde cada cuerpo sea celebrado como el milagro de vida que es.

Basta ya de criticar. Es tiempo de honrar y amar.