A muchos de nosotros, cuando lloramos delante de alguien, nos sale automático pedir disculpas.
¿Por qué lo hacemos?
¿Es molesto? Yo diría que no.
¿Tenemos la culpa? Yo diría que no.
¿Es maleducado? Tampoco.
Entonces vivamos estas lágrimas desde otra perspectiva.
Podemos dar las gracias por presenciar este momento nuestro tan íntimo y delicado.
Podemos dar las gracias por ser testigos de un momento de absoluta verdad y humanidad.
Podemos darnos las gracias por tener el coraje de vivir sin corazas ni máscaras.
Llorar permite transitar el camino del duelo de manera más fluida y limpia y es por eso que por el tiempo que haga falta debemos aceptar las lágrimas como aliadas en este proceso de transformación y aceptación.