Irá todo bien

Es la vida quien decide.

Irá todo bien.

Debería ser nuestro mantra.

Irá todo bien.

Fuerte como el “sí”, fuerte como el “gracias”.

Irá todo bien.

Y no será porque coincida con lo que espero.

Y no será por cumplir con ciertas expectativas.

Levantemos las manos y reconozcamos que es la vida que decide por nosotros.

No soy yo, no eres tú, nadie puede. ¡Qué suerte tenemos! 

La vida decide cuando nacer; la vida decide cuando morir.

Teresa ha muerto con 63. José ha muerto con 59. Andrea ha muerto con 35. Cristina ha muerto con 15. Ana ha muerto con dos semanas. Y el aún más pequeño Juan no podido vivir el cálido abrazo de su madre, porque ha muerto antes de ver la luz.

Podemos intuir el dolor que estas muertes han dejado en los que nos hemos quedado acompañando, cuidando, amando.

Algunas muertes pueden parecer el final feliz de una larga vida vivida, amada, compartida, mientras otras revelan la tragedia de una vida que no llegó a vivirse, un robo injusto y obsceno.

La vida decide. Nosotros vemos una enfermedad, un accidente de tráfico, un suicidio, un problema genético o cualquiera otra causa de muerte. Y es la manera -es nuestra manera- de pensarnos dentro de la vida, de concebirnos como actores dentro de la historia.

Pero es la vida quien dirige. Es la vida quien organiza.

“Irá todo bien” me dijo Teresa unos días antes de dejar el cuerpo.

Y sí, Teresa, tenías razón: ha ido todo bien. 

Va todo bien. Irá todo bien.