Breves reflexiones sobre los duelos en las empresas

Hace tiempo que deseo compartir algunas reflexiones sobre como manejar situaciones de duelo en las empresas. Quiero hacerlo porque a menudo me he encontrado con situaciones -por sí mismas dolorosas- que se transforman en momentos de verdadera e inútil tortura. Y podemos evitarlo.

Espero con este breve texto poder inspirar un sano diálogo interior, de los que surgen del punto más profundo de nuestro corazón, de los que nos abren las puertas a las mejores versiones de nosotros mismos.

M como muerte. S como sentir.

Muerte, pérdida, duelo, ausencia: estas palabras (y otras parecidas) no son las favoritas en una cultura como la nuestra que nos enseña que la respuesta a todos los males es la anestesia (química, emocional, cerebral). Tomar pastillas para no sentir el mínimo dolor, comer demasiado para no sentir el vacío en el estómago, escuchar en cada momento música para no sentir el silencio, mirar TV basura para no ayunar de imágenes, trabajar (e incluso entrenar) demasiado porque la idea de “no hacer nada” nos enfrenta al horror de la pereza -y donde hay falta de movimiento hay muerte, parece. Pero tendríamos que aceptarlas porque la muerte es la única cosa cierta que llegará en nuestras vidas, tal como afirma Marco Tulio Cicerón hace más de dos mil años (“Que tengamos que morir es cierto, lo que no es cierto es si será este mismo día.”) Tendríamos que integrar estos conceptos en nuestro sentir cotidiano, porque de esta forma la mismísima vida se vuelve más viva, más intensa y al mismo tiempo más pacificada. Esto nos da también la fuerza de hablar y pensar claramente, de llamar las cosas con su nombre y en voz alta.

Moriendum certe est, et id incertum an hoc ipso die. (Cic.)

Que pasa cuando aquella Cosa pasa

Cuando perdemos a un ser querido toda -o gran parte de- la realidad se derrumba bajo nuestros pies. La vida ya no es la de antes. Nos enfrentamos con un dolor inmenso. Nos vemos de repente tirados en el medio de un agujero negro que atrapa y desintegra el espacio, el sonido, el tiempo presente y futuro y solamente deja la sombra de lo que una vez era nuestro aliento vital. No solamente muere la persona que amábamos: muere mi Yo que estaba con ella, mueren los espacios que vivíamos juntos en casa, mueren su voz y sus palabras, mueren las promesas y las canciones, mueren los olores y sabores de la comida que compartíamos. Es la completa y repentina inversión del mundo tal como lo imaginábamos. Y por eso cuesta tiempo a todo nuestro sistema (emocional, físico, psíquico, energético) volver a un estado de equilibrio. Entre 6 y 24 meses, por lo general. Y no es ni poco ni mucho, es el tiempo que se necesita para aceptar la nueva realidad, para integrar la pérdida, para volver a vivir la vida, para que el corazón cierre la herida y vuelva a latir con esperanza.

La clave de la felicidad está en el DAR y en el COMPARTIR

Ese tiempo es personal, depende de muchos factores: de quienes somos, de donde vivimos, de nuestra edad, estado de salud, estilo de vida, calidad de nuestros pensamientos, y por supuesto de si tenemos o no recursos emocionales a los cuales acceder: relaciones sanas y auténticas con amigos, familiares y -claro- con nuestros compañeros de trabajo.

Porque al fin a cabo en el trabajo pasamos la mitad de nuestra vida consciente (si sacamos las 7/8 horas de sueño). Y por eso es tan importante que esta mitad de la vida no sea solo un momento para producir, sino también un espacio donde crecer, juntos con los demás que con nosotros comparten el viaje en esta vida.

Saber que no estamos solos

Saber:

-que todos los seres humanos queremos ser felices;

-que la clave de la felicidad está en el DAR y en el COMPARTIR;

-y que el amor puede facilitar el proceso del duelo

nos lleva a la última parte de estas reflexiones.

Todos los seres humanos queremos ser Felices

Cuando perdemos a una persona querida, nos sentimos solos, débiles e inermes como una hoja muerta que acaba de tocar el suelo. Un buen apoyo puede ser entonces ver alrededor de nosotros personas que están disponibles para compartir algo de su tiempo, de su atención, personas que nos escuchan de verdad, que pueden sentir nuestro dolor, que nos abrazan con fuerza, que nos miran a los ojos con amor, que no tienen miedo a emocionarse, que acogen nuestra pena sin juzgar y sin querer anestesiarla. Personas que saben estar en silencio. Porque aquel silencio lo dice todo. Y a menudo con las palabras correctas.

Entonces se agradece saber que todos los demás (en la empresa donde trabajo) saben lo que ha pasado y que no tenga que explicar lo sucedido cada vez que me preguntan el por que de una cara tan triste;

Se agradece saber que están a mi lado, aunque no me lo vocalicen cada día con palabras, porqué lo hacen con un gesto, con una sonrisa, con una caricia;

Se agradece que la empresa cuide y ayude a desarrollar una red emocional sana: creando espacios donde poder meditar y guardar silencio, organizando cursos y talleres para aprender a meditar, a conectar con nuestras emociones, organizando grupos de ayuda mutua/limpieza emocional, interesándose a todos los que estamos en un momento de nuestra vida que es especial y único y otorgándonos el derecho a vivirlo y sentirlo y compartirlo, sabiendo que de esta forma creceremos y lo haremos juntos;

Se agradece saber que podré llorar sin sentir vergüenza, que podré sacar el tema sin sentirme un pesado, que podré columpiarme en un tierno abrazo sin generar miedo en el otro.

Se agradece porque esto hará que vuelva a dar sentido a la vida, un poco cada día.